La piel de nuestros pies, como la de cualquier otra parte del cuerpo, posee glándulas sudoríparas a través de las cuales se elimina el exceso de agua. Cuando la producción de sudor está dentro de los parámetros normales, su presencia indica el perfecto funcionamiento del organismo, ya que a través de él, el cuerpo elimina toxinas y elementos de desecho.
Cuando existe un exceso de sudoración normalmente se debe a una actividad puntual transitoria (hacer deporte, tener fiebre…) si persiste la sudoración se considerada como una alteración de las glándulas sudoríparas a tratar por el especialista.
En el caso de los pies, este exceso de sudoración suele producir un olor muy fuerte y desagradable que a veces tiene que ser tratado por el podólogo; para evitar este mal olor no es suficiente con una buena higiene diaria.
Otra consecuencia importante que deriva de esta alteración son los hongos. Sabemos que la alta humedad, calor, junto con la ausencia de luz y la deficiente ventilación (pies encerrados en los zapatos) son los requisitos óptimos para que los hongos proliferen.